Creamos por tanto un perfil acogedor y con aire moderno que atrajese al público más exigente y nos pusimos manos a la obra.
Primero, tratamos de conseguir seguidores poniéndonos en contacto con algunos de los perfiles más punteros en las TIC actuales.
Pero llegaba la una del mediodía y sólo habíamos conseguido unos escasos 40 seguidores. Necesitábamos dar un enfoque distinto. Tras un intenso debate, y tras visitar a la sección económica para que nos diera el visto bueno, sacamos a la luz el proyecto definitivo: un sorteo de nuestro nuevo producto entre los seguidores.
Continuamos con la promoción, atrajimos seguidores desde Facebook y conseguimos finalmente que, para las 2 de la tarde tuviésemos pendientes de nosotros a 90 personas, ganando por tanto la competición.
A las 3 de la tarde habíamos alcanzado los 150 seguidores y, para cuando quisimos darnos cuenta, eran las 8 de la tarde y teníamos a 300 seguidores pidiéndonos explicaciones sobre el concurso.
Lástima que fuese un fraude. Lástima también para nosotros, que para las 8:30 PM teníamos en nuestros domicilios a la policía, que nos arrestó y nos han mantenido presos hasta hoy, con libertad bajo fianza, por fraude y estafa.
No nos dio tiempo, por tanto, a cancelar la cuenta de Twitter, y ahora mismo que acabamos de llegar a nuestros domicilios vemos que nos siguen ya 418 personas. ¿Increible? Quizás. ¿Imposible? No, no para unos industriales.
